Las encuestas decían que Barack Obama ganaría ayer y sería el próximo presidente de Estados Unidos, después de derrotar en su larga y brillante campaña a dos adversarios durísimos: Hilary Clinton y John McCain. Así ha sido. Ha obtenido la presidencia y es porque ha protagonizado una pequeña revolución en América, porque ha sabido conectar con los más demócratas y con los humildes y desamparados, devolviendo al pueblo la esperanza en un mundo mejor. Esa fe en el futuro, unida a las libertades y derechos, la convivencia respetuosa y las leyes comúnmente aceptadas, son la esencia de la democracia.
Me gusta Obama, aunque me proyecte algunas incógnitas, porque su presencia en el poder reactiva la democracia en América, que es un bien no sólo para el pueblo americano, sino para la Humanidad entera.
En todo el mundo existe una constante que nunca falla: los canallas y los opresores suelen mirar a Estados Unidos con miedo y odio, mientras que los oprimidos y los demócratas suelen mirarlo con esperanza.
Es cierto que su actuación exterior ha sido muchas veces imperialista y que sus gobernantes han cuidado más los intereses del Imperio que los de los demás ciudadanos del mundo, pero no es menos cierto que la existencia de un país como Estados Unidos ha representado y representa una cierta garantía para los que desean vivir en libertad, sin tener que soportar la bota de los opresores. Ya que es el único país del mundo, que desde su nacimiento como tal, es democrático. También es cierto que, sin los Estados Unidos, las dos opresiones más crueles y dañinas del mundo, la nazi-fascista y la socialista-soviética, nos habrían asesinado o esclavizado a todos.
Para escribir esto, y como fundamento de mi opinión, me he basado en diversos articulos de la prensa americana, de varias tendencias e ideologías:
Mejor Obama que Hilary.
El temible Obama.
Obama renuncia al dinero público.
Obama.
La lectura de estos artículos ayuda a formarse una idea bastante correcta del personaje, un descendiente de afro-americanos integrado en la nueva sociedad americana, demostración viva de que el sueño americano todavía existe, con una extraordinaria capacidad de comunicación, que ha sabido despertar la ilusión por un cambio y por una sociedad más justa.
Sus debilidades son su escasa experiencia política, sus orígenes africanos, algunos amigos y maestros inquietantes y una peligrosa tendencia hacia el pragmatismo, hacia la doctrina de que el fin justifica los medios, que es una de las enfermedades más graves de la política y quizás la mayor amenaza para la libertad.
Entre sus valores y defectos está el pueblo americano, una sociedad celosa de sus derechos, que todavía no se ha dejado aborregar plenamente por sus políticos y que es capaz de hacer oír su voz en la Casa Blanca, todo un ejemplo para las interminables manadas de borregos esclavos que pueblan el planeta.
A pesar de las reservas, bienvenido sea Obama a un mundo cuya peor plaga y mayor pesadilla es el liderazgo nefasto de la casta de los profesionales de la política, generalmente sin ideología, sin pericia, alejados de la realidad y de sus pueblos y adheridos como una lapa a la corrupción y al privilegio.
Ojalá el Obama del pueblo, en Presidencia de Estados Unidos, los ponga a caldo.
Desde hace tiempo vengo observando en la mayoría de los medios de comunicación una Obamamanía u Obamafília lamentable, particularmente cuando casi nadie entiende el inglés ni tiene idea de lo que dice, pero como el chico es negro/mulato y dicen que habla muy bien, pues queda muy moderno demostrar lo progresistas que son. Pero vamos a ver, este individuo, ¿qué ha hecho en su vida, qué ha demostrado, qué ha gestionado, qué problemas ha resuelto, qué experiencia tiene? Lo único que ha demostrado es que tiene la labia de un psicólogo argentino, que es un seductor, un gran orador. ¿Y eso le faculta para dirigir la mayor empresa de un país, el Estado?
La fe es la aceptación ciega de algo que no se puede demostrar, por eso debe estar restringido su ámbito al mundo de la religión. Y eso precisamente es lo podemos observar por todo el mundo, una postración y una fe en Obama como si fuera El Elegido, El Enviado, El Esperado, El Ungido, como si tuviera la piedra filosofal o la ciencia infusa para resolver los asuntos de una país. Por favor, pero si es un político profesional. Una persona que con 47 años no ha hecho nada ni ha demostrado nada, ¿es la Gran Esperanza para llegar al paraíso prometido? Cada día la humanidad me parece más patética y lamentable, buscando un pastor que la guíe, aunque más bien parece buscar un amo. Nuestra cultura cristiana nos induce a estar siempre esperando salvaciones y guías que nos conduzcan al cielo soñado. Todos los políticos que aspiran a ocupar la poltrona suelen vender su mercancía con las palabras mágicas: “esperanza” y “cambio”, como Obama. Pobres de los pueblos que se dejan seducir por cánticos de esperanza y siguen a un Caudillo. También Hitler, otro gran orador, vendía esperanza y cambio. No conozco ningún caso de un político que después de una gran ilusión y esperanza no acabe produciendo una gran decepción. Ninguno. Lo reconozco, a mí este individuo me parece un cantamañanas (el otro candidato, algo parecido), y por higiene mental tiendo a desconfiar de los vendedores de ilusiones.
Es curioso ver cómo para gestionar una empresa los dueños buscan a una persona bien preparada, con estudios, idiomas, que tenga experiencia, que haya demostrado saber innovar, producir beneficios, etc. Como, por ejemplo, hizo hace poco Amancio Ortega, principal dueño de Inditex (Zara, Bershka, Massimo Dutti, Pull and Bear, etc), que tardó meses en encontrar sustituto a su anterior mano derecha (lo que en el mundo anglosajón se denomina CEO).
Estoy seguro que no se le pasó por la cabeza contratar para este cargo a un recién licenciado. Pero para ser el CEO de un Estado, la mayor empresa del país, la cosa cambia, aunque todos los ciudadanos seamos sus accionistas. Ahora se busca al mejor orador, al mejor embustero, al mayor seductor, al más encantador, al más atractivo, simpático ..... aunque no tenga ni experiencia, ni estudios, ni haya gestionado en su vida ni un kiosco, ni sepa saludar en inglés How are you?, etc. ¿Por qué la mayoría de la gente es capaz de encontrar un buen encargado para su negocio pero comete auténticos disparates eligiendo el de la empresa de todos? Respuesta: los políticos profesionales ya se encargan con su verborrea de suspender la inteligencia de la gente durante el tiempo suficiente para alzarse con su cartera (y con su aprobación en forma de voto).
También son muy hábiles en provocar una respuesta emocional en los ciudadanos, no la racional. Para ello recurren a la invocación del espíritu tribal que anida en todos, buscando el refugio/identificación de la gente con un grupo (izquierda, derecha, nacionalista, progresista), en lugar de que los votantes traten de elegir el mejor gestor de sus/nuestros intereses. De hecho, hoy lo que venden los políticos no es capacidad de gestión, sino a ellos mismos, de ahí que para poner a un político en la Moncloa se sigan los mismos métodos que para poner un electrodoméstico en nuestra cocina.
Es de suponer que gane este tal Obama, aunque desde aquí hago mis predicciones: el encanto y embelesamiento durará lo que tarde la gente en darse de bruces con la realidad. Demostrará que lo suyo es la lengua, el vender crece pelos, y no gestionar una empresa, el Estado, algo de lo que no tiene ni idea. Estoy seguro que no volverá a ser reelegido porque no sabrá solucionar la Gran Depresión ni el desplome del dólar. Será otro mal sueño, otra pesadilla de ... un político profesional.
La victoria de Barack Obama y su próxima presidencia son acontecimientos que refuerzan la democracia en el mundo y ratifican que el sueño americano, a pesar de las críticas y jugarretas de los autoritarios de todo el planeta, sigue vivo y alimentando la esperanza.
Es cierto que Obama asumirá el poder de la primera potencia mundial sin experiencia suficiente, cargado de incógnitas y sin otros valores demostrados que los que ha exhibido durante su larga campaña, en especial un discurso atractivo y brillante, pero no es menos cierto que la otra opción, la derrotada de McCain, no era mejor. Ambos eran, por encima de todo, políticos profesionales.
Pese a todo, la victoria de Obama, un desconocido hace apenas dos años, sobre las poderosas maquinarias electorales de los Clinton y del Partido Republicano demuestra que las ideas siguen teniendo valor, que la sorpresa todavía es posible y que en América, quien demuestra su valía personal puede llegar a lo más alto, aunque sea negro, se llame Hussein y sea un americano reciente, hijo de inmigrantes.
Los que acusaban a Estados Unidos de racista y de ser una sociedad controlada por los grandes lobbys de siempre, en la que el poder era un monopolio de los blancos anglosajones, han quedado desacreditados. En América, los hombres, las ideas, la libertad y la conciencia son más fuertes que los partidos políticos y que los grandes poderes organizados, lo que constituye no sólo un reflejo de auténtica democracia, sino también una esperanza para todo el mundo.
América acaba de demostrar ante el mundo que las ideas siguen teniendo valor y que el ciudadano es el protagonista en su democracia, por encima de los políticos profesionales y de los aparatos de los partidos.
Lo que acaba de hacer la sociedad norteamericana eligiendo como presidente a un negro hijo de inmigrantes africanos es impensable en las decadentes, degradadas y poco democráticas sociedades de Europa, donde los partidos políticos están controlados férreamente por élites profesionales apalancadas en el privilegio y los ciudadanos hace mucho tiempo que fueron expulsados de la política, que es ejercida como monopolio por los partidos.
Los ilusos que ven en Obama a un socialista al estilo europeo van a llevarse un profundo desengaño. Obama es, por encima de todo, un ciudadano de Estados Unidos y, en segundo lugar, un demócrata, dos rasgos que le distancian enormemente de las izquierdas europeas, incapaces de arrojar por la borda el leninismo y adictas al vicio totalitario de anteponer el Estado al individuo, lo que las convierte en maquinarias de poder tan apegadas al privilegio como distantes de la ciudadanía.
Comparar a Obama con Zapatero o considerarlo un miembro de la famosa "progresía" dominante, como hacen algunos políticos y periodistas sometidos en España, es, sencillamente, una estupidez cateta y mediocre.
Desde la fe democrática que destilo, doy la bienvenida a la esperanza que Obama despierta hoy entre los demócratas y los humildes del mundo.